lunes, 7 de julio de 2025

Adolescence the show (and the pace of these times)

     Following my tradition, I watched late the most fashionable movie or show that everybody else has already watched. Adolescence has been one of the most discussed and controversial pieces of entertainment in recent months. The story of young Jamie, accused of killing a classmate, is one for our times. When I started, I was afraid that the whole thing could be a court show on the details of what Jamie did or did not do. I respect that format, but I was never into that. I was delighted to see that there was much, much more than that in those wonderful four episodes. It masterfully addresses fragile masculinity, especially at its inception, family connections, and, ultimately, the delicate equilibrium that it is raising children in today's overcomplicated world. Adolescence clearly is a more than notable work of art related to so many relevant current topics. As far as I know, it is still available on Netflix, and it is definitely worth the time.

    But there are two things I would like to emphasize. First, what I found most relevant was the awe-inspiring technical achievement of making every episode a single take, a thrilling and dizzying shot that flies around the characters. That effect is particularly effective in the first episode, I believe, for two reasons: because it is unexpected and unfamiliar for the spectator and creates a special perception of the story, a double awareness of wanting to know more about the plot and what is happening to the characters, and a desire to see how they move on with the technical feast. Past the first surprise of the technique, the impact of the contribution diminishes, but it is still effective to add another relevant layer to the narrative. But it is also significant because it intensifies the feelings of hopelessness and anxiety experienced by the characters, effectively conveyed by the actors to the audience. They are caught in a dramatic sequence of situations from which there is no way out, no escape, or quick, clear redemption. They have to go on, continuing through the events in a fateful way. The form is serving the narrative at its best.

    My second thought, related to the way I started this entry, is about how much I feel that I watched (and wrote) about the show very late, when everybody had, and after the big discussion in social media and social conversations had taken place. It seems now extraordinarily late, like years have gone by. Well, I checked, and the show premiered on Netflix on March 13, 2025, which means that it happened not even four months ago. However, it already seems like something from a remote past, like a relic. You remember the conversations with friends and acquaintances about the show like they belong to a different era. This kind of content and its repercussions seem to vanish in time and disappear quickly. And I used the word "content" on purpose because, and that is my point, that is what is considered by the companies. Content that fills time, catches attention, and then disappears, banished by the next novelty that everybody is craving. Even magnificent products such as Adolescence are part of that cycle of quick enjoyment, obsession, and forgetting. New movies or shows to watch, discuss, and recommend before they are replaced by more and more "content," in a perpetual avalanche that will keep us entertained but unable to preserve any cultural memory or set any kind of canon. With some very honorable exceptions, there are no classics anymore since everything is happening too fast and becoming a commodity that we consume and forget in order to move along to the next one.

jueves, 20 de marzo de 2014

Enrique Lihn y cómo se ha de escribir poesía correctamente

Leyendo a Bolaño encontré el nombre de Enrique Lihn. Busqué y me sorprendió su poesía variada y fresca. Aunque necesito ahondar más, lo que más me llamó la atención fue este poema sobre cómo escribir poesía correctamente. Un punto cínico y un mucho lúcido:

Si se ha de escribir correctamente poesía...
Si se ha de escribir correctamente poesía
no basta con sentirse desfallecer en el jardín
bajo el peso concertado del alma o lo que fuere
y del célebre crepúsculo o lo que fuere.
El corazón es pobre de vocabulario.
Su laberinto: un juego para atrasados mentales
en que da risa verlo moverse como un buey
un lector integral de novelas por entrega.
Desde el momento en que coge el violín
ni siquiera el Vals triste de Sibelius
permanece en la sala que se llena de tango.

Salvo las honrosas excepciones las poetisas uruguayas
todavía confunden la poesía con el baile
en una mórbida quinta de recreo,
o la confunden con el sexo o la confunden con la muerte.

Si se ha de escribir correctamente poesía
en cualquier caso hay que tomarlo con calma.
Lo primero de todo: sentarse y madurar.
El odio prematuro a la literatura
puede ser de utilidad para no pasar en el ejército
por maricón, pero el mismo Rimbaud
que probó que la odiaba fue un ratón de biblioteca,
y esa náusea gloriosa le vino de roerla.

Se juega al ajedrez
con las palabras hasta para aullar.
Equilibrio inestable de la tinta y la sangre
que debes mantener de un verso a otro
so pena de romperte los papeles del alma.
Muerte, locura y sueño son otras tantas piezas
de marfil y de cuerno o lo que fuere;
lo importante es moverlas en el jardín a cuadros
de manera que el peón que baila con la reina
no le perdone el menor paso en falso.

Quienes insisten en llamar a las cosas por sus nombres
como si fueran claras y sencillas
las llenan simplemente de nuevos ornamentos.
No las expresan, giran en torno al diccionario,
inutilizan más y más el lenguaje,
las llaman por sus nombres y ellas responden por sus
nombres
pero se nos desnudan en los parajes oscuros.
Discursos, oraciones, juegos de sobremesa,
todas estas cositas por las que vamos tirando.

Si se ha de escribir correctamente poesía
no estaría de más bajar un poco el tono
sin adoptar por ello un silencio monolítico
ni decidirse por la murmuración.
Es un pez o algo así lo que esperamos pescar,
algo de vida, rápido, que se confunde con la sombra
y no la sombra misma ni el Leviatán entero.
Es algo que merezca recordarse
por alguna razón parecida a la nada
pero que no es la nada ni el Leviatán entero,
ni exactamente un zapato ni una dentadura postiza.

lunes, 10 de febrero de 2014

Manuel Machado y la vida en un soneto

Aunque bien conocida, sigo sin saber si es cierta la anécdota de Borges cuando preguntado por Antonio Machado fingió asombrarse y preguntó si Manuel tenía un hermano. Me parece excesiva incluso para Borges, así que será cierta.

La verdad es que Don Manuel ha arrastrado siempre una carga negativa, posiblemente desde que aquel alzamiento vino a sorprenderlo en Burgos y se decidió a escribir hermosos sonetos a Franco y su sonrisa. Pero tiene poemas maravillosos; de eso no hay duda. Uno de mis preferidos es este juguete que tituló “Alfa y Omega”. Es desde el principio un truco poético que recuerda al soneto que “me manda hacer Violante”. Es un juego, no hay duda, y se lee con una sonrisa. Pero, ¿por qué se le hiela a uno la sonrisa en el terceto final?

ALFA Y OMEGA

Cabe la vida entera en un soneto
empezado con lánguido descuido,
y, apenas iniciado, ha transcurrido
la infancia, imagen del primer cuarteto.

Llega la juventud con el secreto
de la vida, que pasa inadvertido,
y que se va también, ya que se ha ido,
antes de entrar en el primer terceto.

Maduros, a mirar a ayer tornamos
añorantes y, ansiosos, a mañana,
y así el primer terceto malgastamos.

Y cuando en el terceto último entramos,
es para ver con experiencia vana
que se acaba el soneto… Y que nos vamos.

Las uvas de la ira, de John Steinbeck

Aunque mi propósito era centrarme en la poesía, hace poco leí Las uvas de la ira y no puedo resistir hacer una entrada sobre la novela (espero que no pase nada por cambiar mis propias regla, ¿no?).
Sí, parece mentira que a estas alturas hay leído Las uvas de la ira. Pero tengo dos excusas. Una es la de que hay tanto que leer que el orden de espera no siempre es justo. Y, segundo, esa coartada patética de que había visto la película y ya sabía el final. No, en serio: la película de John Ford tiene tanta fuerza que no sabía qué más iba a aportar la novela. Esas palabras finales en la voz de Henry Fonda te dejan con un nudo en la garganta. Aunque ese no es exactamente el final en el libro, anticipo ya.
Al final, afortunadamente, me acerqué a la novela. Magnífica idea.
Especialment en estos tiempos es perturbador leer una obra maestra que habla de los derechos de los trabajadores, de inmigración, de injusticias. Ver el mundo con los ojos de los inmigrantes que lo que quieren es trabajar. Vivir.
Es una lectura complicada en inglés porque Steinbeck reproduce el fuerte acento de los personajes cuando hablan. Y es un libro duro, con momentos espeluznantes, tanto moral como físicamente. Steinbeck domina el relato desde el principio, con alternancia de capítulos donde cuenta la historia de los Joad y otros donde va retratando circunstancias y escenas paralelas. Hay también momentos divertidos en los que no puedes evitar la sonrisa, como el capítulo en el que los dos niños descubren un inodoro por primera vez en su vida.
Imprescindible. Aquí va una muestra:

–Mira –dijo el joven–. Suponte que tú ofreces un empleo y sólo hay un tío que quiera trabajar. Tienes que pagarle lo que pida. Pero pon que haya cien hombres –dejó descansar la herramienta. Sus ojos se endurecieron y su voz se volvió más penetrante–. Supón que haya cien hombres interesados en el empleo; que tengan hijos y estén hambrientos.
Que por diez miserables centavos se pueda comprar una caja de gachas para los niños. Imagínate que con cinco centavos, al menos, se pueda comprar algo para los críos. Y tienes cien hombres. Ofréceles cinco centavos y se matarán unos a otros por el trabajo. ¿Sabes lo que pagaban en el último empleo que tuve? Quince centavos la hora. Diez horas por un dólar y medio y no puedes quedarte allí. Tienes que quemar gasolina para llegar –jadeaba de furia y sus ojos llameaban llenos de odio–. Por eso repartieron los papeles. Se pueden imprimir una burrada de papeles con lo que se ahorra pagando quince centavos a la hora por trabajo en el campo.
–Es asqueroso, apesta –dijo Tom.
–Quédate un tiempo y si hueles alguna vez rosas, avísame para que pueda olerlas yo también –el hombre se rio ásperamente.
–Pero tiene que haber trabajo –insistió Tom–. Santo Cielo, con la cantidad de cultivos que hay: huertos, uvas, hortalizas… lo he visto. Necesitarán hombres. Yo he visto todos esos cultivos.
Un niño lloró dentro de la tienda que había al lado del coche. El hombre entró en la tienda y se oyó su voz quedamente a través de la lona. Tom cogió el tirante, lo metió en la ranura de la válvula y empezó a esmerilarla, moviendo la mano de arriba abajo. El llanto del niño cesó. El joven salió y contempló a Tom.
–Lo haces muy bien –dijo–. Es buena cosa. Te hará falta.
–¿Qué hay de lo que dije? –insistió Tom–. Hay cantidad de cultivos.
El otro se acomodó en cuclillas.
–Te lo voy a explicar –dijo con calma–. Yo he trabajado en una huerta de melocotones, una gigantesca putada. Allí trabajan nueve hombres todo el año –hizo una pausa para crear tensión–. Pero cuando los melocotones están maduros hacen falta tres mil hombres durante dos semanas. Son necesarios para evitar que se pudran los melocotones. Entonces, ¿qué hacen? Mandan esos papeles hasta al infierno. Necesitan tres mil hombres y se presentan seis mil. Contratan a los hombres por lo que quieran pagarles. Si no te interesa el salario, maldita sea, hay mil hombres que quieren tu empleo. Así que recoges y recoges y entonces se acaba. Toda la zona es de melocotón y todo madura al mismo tiempo. Cuando acabas de recoger, ya no queda ni uno. Y no hay ninguna otra cosa que hacer en esa puñetera zona. Y entonces los propietarios ya no te quieren allí y estáis tres mil. El trabajo está acabado. Podríais robar, emborracharos, simplemente montar bronca. Y además, no tenéis buena pinta, viviendo en tiendas viejas; es una bonita región, pero vosotros la apestáis. No os quieren por allí. Os echan a patadas, os obligan a marchar. Así funciona la cosa.
Tom, que miraba hacia la tienda de su familia, vio a su madre, pesada y lenta por el cansancio, hacer una pequeña fogata de hojarasca y poner al fuego las ollas. El círculo de niños se acercó más y los ojos abiertos y en calma de los niños controlaron todos los movimientos de las manos de Madre. Un hombre muy viejo, encorvado, salió como un tejón de una tienda y se puso a fisgar, husmeando el aire conforme se acercaba.
Con los brazos a la espalda se unió al círculo de niños para observar a Madre. Ruthie y Winfield, cerca de su madre, dirigían miradas beligerantes a los extraños.
Tom preguntó airado:
–Hay que recoger los melocotones rápidamente, ¿verdad? Justo cuando están maduros.
–Por supuesto.
–Bueno, supón que esa gente se une y dice «Que se pudran». Seguro que los salarios subían enseguida.
El hombre joven levantó la mirada de las válvulas y miró a Tom con expresión de sarcasmo.
–Vaya, qué idea has tenido. ¿La has pensado tú solito?
–Estoy cansado –dijo Tom–. Estuve conduciendo toda la noche. No quiero empezar una discusión. Y estoy tan cansado que podría empezar una fácilmente. No te hagas el gracioso conmigo. Te estoy preguntando.
–Era una broma –sonrió el otro–. Tú no has estado aquí. A alguno ya se le ocurrió lo mismo. Y a los de la huerta de melocotones también. Están atentos a ver si los hombres se reúnen, a ver si surge el líder, tiene que haber uno, el que hable. Pues bien, en cuanto a éste se le ocurre abrir la boca, lo agarran y lo encierran. Y si aparece otro líder, pues también lo meten en la cárcel.
–Bueno, en la cárcel uno come por lo menos –dijo Tom.
–Pero los hijos no. Imagínate que estuvieras dentro y tus hijos se estuvieran muriendo de hambre.

jueves, 15 de marzo de 2012

Nuevas voces (1)

Como empecé confesando, es difícil saber desde este rincón de Estados Unidos lo que se está escribiendo en España. Gracias al también jiennense Juan Carlos Abril, y para reseñarlos en ese valioso espacio poético que es la revista Paraíso, he tenido en los últimos meses la oportunidad de leer dos libros que, me parece, merecen un comentario. Son dos voces jóvenes y muy distintas: las de Itziar López Guil y Daniel Barredo.
Nunca he creído del todo en eso de las voces femeninas y masculinas; no porque no piense que las experiencias vitales son diferentes, sino porque la vivencia distinta según el género me parecen una más (importante, eso sí) entre las que conforman una persona. Pero lo cierto es que hay algo inconfundiblemente femenino en el viaje vital que propone Itziar.
Los versos de Itziar son olas que nos van empujando desde la infancia a Asia (en una referencia a la poesía de Raymond Carver), a un lugar donde casi todo está bien y uno encuentra su sitio. Los recuerdos infantiles son particularmente vívidos y son, para mí, los mejores versos del poemario. Hay algo poéticamente redondo en su descripción de la belleza simple de la infancia y de cómo todo va luego complicándose.
Lo de Daniel Barredo es diametralmente distinto. Que la miseria, la enfermedad o la guerra sean objetos maravillosamente/monstruosamente poéticos nos hace muy humanos. Pero no estoy seguro de si eso es bueno o malo…
Totalmente recomendables los dos.
López Guil, Itzíar. Asia. Biblioteca Nueva, 2011.
Barredo, Daniel. Oda a la miseria. Point de lunettes, 2008.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Vallejo y el cáliz español

Como no debía ser de otra manera, comenzaré con mi poeta favorito. Ahora que en la noticias se ha hablado tanto de que iba (o podía) "caer" este u otro país europeo (y España solía estar en la lista) me acordaba con frecuencia de "España, aparta de mí este cáliz", de Vallejo. Es el poema final de su libro que lleva el mismo título y que está dedicado a la guerra civil española. No tengo que insistir cuánto significó España en aquellos días para tanta gente. Y aquella madre España cayó al fin.
Maravilloso el libro de Vallejo, con un puñado de poemas donde exprime el lenguaje hasta dejarlo irreconociblemente bello y hacer que esas imágenes de palabras contorsionadas digan todo. Y sin dejar de mandar el mensaje político más claro y honesto.
Por eso, "niños del mundo", si España, Grecia o algún otro país cae hay que salir a buscarlo, porque estamos cayendo todos con ellos.

ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ
Niños del mundo,
si cae España —digo, es un decir—
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra madre con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae —digo, es un decir— si cae
España, de la tierra para abajo,
niños ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
en su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera, aquella de la trenza;
la calavera, aquella de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menos de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae —digo, es un decir—,
salid, niños, del mundo; id a buscarla!...

Adolescence the show (and the pace of these times)

       Following my tradition, I watched late the most fashionable movie or show that everybody else has already watched. Adolescence has be...